martes, 10 de noviembre de 2015

Revival: Mucho final para tan poca trama


Revival de Stephen King
Advertencia: Esta entrada puede contener spoilers. Todo lo que vas a leer es una opinión personal y no tiene por qué coincidir necesariamente con la tuya.


Quien espere encontrar una historia al más puro estilo Stephen King, como Salem Lot, el Resplandor o Cementerio de animales, se equivoca de libro. Olvídate de esas historias que te hielan la sangre y te hacen mirar dentro del armario antes de acostarte.

King ha venido a contar una historia y lo hace como solo él sabe, con una maestría de genialidades inagotables. En eso hay que estar tranquilos, su literatura sigue intacta. Pero en cuanto al género que lo ha hecho famoso a nivel mundial, tan solo se deja ver al final, en las últimas 50 páginas. Eso sí, por esas 50 últimas páginas merece la pena aguantar las 350 primeras.

Que nadie me malinterprete: no es que el resto de la historia esté mal, nada más lejos de la realidad. La novela es dinámica, los personajes son atractivos y están bien definidos, pero nada de esto es nuevo en las novelas de Stephen King, lo que yo echo de menos es la esencia de su terror obsceno y retorcido que deja abandonado hasta el final de la historia.

El final es sublime, Stephen King en estado puro; no ya por el desenlace propiamente dicho, donde el escritor siempre cojea, sino por el tema y la forma de tratarlo. Revival plasma en palabras, en esas 50 últimas páginas, el miedo a lo desconocido tras la muerte que todos nos hemos planteado alguna vez, y lo hace de manera tan terrorífica que cuando cierras la tapa tras haberlo acabado el regusto amargo perdura en la boca durante varios días.

Aun así, me sabe a poco.

El tema elegido es jugoso, podría haberlo estirado mucho más. DEBERÍA haberlo estirado más. No sé si los plazos de la editorial se le echaban encima o quizás temía las comparaciones con el Frankenstein de Shelley, no lo sé, pero creo que King tiene el suficiente talento como para haberse distanciado de todo eso… además el trasfondo de la trama es otro.

Querido lector, prepárate para adentrarte en la vida de un guitarrista de rock de los ochenta, hundirte en el mundo de las drogas y salir gracias al reverendo Jacobs, magnífico personaje cuya locura comienza a brillar a mitad del libro y acaba dejándote ciego en los acordes finales.
Puntuación: 7/10

lunes, 2 de noviembre de 2015

Interferencias del Otro Lado



Al principio no eran más que eso, interferencias en la radio. La típica niebla ruidosa que se cuela de fondo tras las noticias de última hora del día, cuando rendido caes en la cama y esperas a que el sueño te venza.
Después las interferencias se volvieron más nítidas, no inteligibles por completo, pero sí lo suficiente como para entender palabras. En un primer momento creyó que se trataba de otra emisora intentado abrirse paso en la misma frecuencia, pero por más que intentaba re-sintonizar la voz intrusa no se disipaba.

El día que por fin consiguió entender el mensaje completo que se escondía tras las interferencias de la otra emisora, apagó la radio de un golpe y se prometió que nunca más volvería a encenderla. Hubiera salido de la cama para arrojarla por el balcón, pero estaba demasiado aterrorizado para hacerlo.
Su promesa de nada sirvió, a media noche se despertó con la niebla ruidosa susurrándole al oído y, por encima de ella, la voz extraña, hueca y añeja, repitiendo su mensaje una y otra vez.

- Ella te espera detrás de la puerta. Vigila con ojos y cara de muerta.
Quiso gritar cuando vio iluminarse dos ojos cubiertos de venas palpitantes bajo la puerta, pero perdió el conocimiento antes de poder hacerlo.

Mejor así, pues el horror que apareció tras la puerta le habría quebrado la razón y le hubiera arrastrado antes de tiempo a los infiernos. El muerto que irrumpió en su habitación no quería llevárselo a él, sino destruir la maldita radio para que las voces de los vivos dejaran de perturbar el descanso eterno de los muertos.

lunes, 26 de octubre de 2015

Historias de Ouijas



Habían estado jugando a la ouija en el cementerio, cerca de la tumba de Mike el Loco, que había muerto ahorcado en el cobertizo de su casa. Lo encontró su vecino colgando de una de las vigas de madera del techo. Nadie sabe cómo lo hizo, pues no encontraron a su alrededor ningún objeto que hubiera podido usar para saltar.
Era evidente que uno de sus amigos estaba moviendo el puntero, pero Aníbal ignoraba quien. Incluso cuando preguntó qué era lo que guardaba en el bolsillo y el puntero construyó la palabra SOLEDAD (llevaba una foto de su padre muerto en la guerra de Afganistán), continuó pensando que era alguno de los demás el que lo deslizaba por el tablero.

Sin embargo ahora, en la soledad de su casa, ya no estaba tan seguro. Llevaba el tablero bajo el brazo y tenía que subirlo al desván. Maldijo el momento en el que lo encontró y se le ocurrió la gran idea de contárselo a sus amigos. Ahora tenía que devolverlo a su sitio antes de que regresara su madre y le montara una escenita sobre madurez y responsabilidad.

Algo se movió en el desván, lo escuchó arrastrarse encima de su cabeza. Estaba delante de las escaleras que conducían a la oscura habitación abuhardillada y el corazón se le detuvo. No podía ser real lo que estaba escuchando.

Le llegó un susurro de palabras que parecía proceder de la rendija bajo la puerta del desván. ¿No sonaba igual de cascada y terrosa que la del viejo Mike? ¿No escuchaba como el arrastrar de una soga cuyo otro extremo estuviera anudado a su cuello?
Se golpeó la cabeza con el puño y se dijo que no pensara estupideces. Tan solo estaba dejándose llevar por el pánico.

Subió las escaleras corriendo y abrió la puerta del desván.
Oscuridad y silencio en partes iguales.

La caja donde había encontrado la ouija estaba al otro lado del desván, bajo una pequeña claraboya cubierta de polvo. Miró a su alrededor sintiéndose estúpido por no poder controlar el temblor de piernas que le sacudía.
No había nada allí salvo trastos inútiles y telas raídas, pero la sensación de pánico no le abandonaba. Corrió hasta la caja y soltó el tablero encima. Bajo la tenue luz de la claraboya parecía que todo se veía más tranquilo y el ritmo de su corazón se ralentizó.

Cogió el puntero y lo puso sobre el “No.”
- No –dijo-. No hay ningún espíritu en esta habitación.

Entonces la puerta del desván se cerró de golpe y el puntero se movió lentamente hacia el “Sí”…

jueves, 22 de octubre de 2015

La chica del tren: Decepción

Advertencia: Esta entrada puede contener spoilers. Todo lo que vas a leer es una opinión personal y no tiene por qué coincidir necesariamente con la tuya.



 
Decepción. Es la palabra que define mi estado de ánimo tras terminar de leer anoche La chica del tren. 
Para mí es un ejemplo más de cómo la publicidad eleva en exceso las expectativas en torno a un libro. No venden más las buenas historias sino las que mejor se publicitan. Sinceramente, esperaba mucho más de este libro. Creía que me iba a encontrar con una historia intrincada y llena de misterios imposibles que se resolverían con maestría al final, y me he encontrado con un topicazo.
Sí, es cierto que lo leí en menos de tres días (tres ratos para ser más precisa), pero es debido a que la letra es grande y la paginación estrecha.
Reconozco que al principio la trama despierta una cierta curiosidad, nada del otro mundo, pues la historia se desarrolla alrededor de una desaparición sin más, sin otro ingrediente que le dé más salsa que una mujer que desaparece un sábado por la noche tras haber discutido con su marido (súper original, ¿eh?). 
Eso ocurre aproximadamente en la página 40. Pues en el resto de la historia no ocurre NADA, Paula Hawkins se dedica a narrar los desvaríos de una mujer borracha y, en mi opinión, fuerza situaciones que no son nada creíbles solo para poder tener algo que contar.
Si estás acostumbrado a leer este tipo de novelas, el final se ve venir desde mucho antes de que se desvele el misterio. Y los motivos del asesinato... ¿en serio? A pesar de ser otro topicazo más se podrían haber pulido mejor. Como ejemplo Woody Allen, que trató el mismo tema con maestría en Match Point. Aquí falta esa intensidad, esa atmósfera agobiante, y sobre todo ese toque de originalidad (o genialidad) que le dan credibilidad y hacen brillar a la película y le restan veracidad al libro.
Pero no todo es malo. A pesar de que la historia carece, en la mayor parte de su extensión, de diálogos largos, la lectura no resulta pesada en ningún momento, y si dispones de tiempo suficiente puedes leértelo en un día sin sentir aburrimiento o cansancio. Eso sí, leerás, leerás y leerás con el ansia de desvelar el misterio pero mientras tanto tendrás la sensación de que la historia no avanza nada.

Puntuación: 5/10

martes, 20 de octubre de 2015

Abandonado hasta el anochecer

 
Esta mañana he visto una notica en los medios de comunicación sobre la cantidad de pueblos que se están quedando vacíos. Comentaban que era debido a la tendencia de la población a abandonar el medio rural y mudarse a las ciudades donde hay mayores oportunidades, pero yo sé que no es cierto.
Los equipos de reporteros se desplazan allí durante el día y no ven más que parcelas desiertas y casas medio derruidas, devastadas por los temporales y la falta de mantenimiento. Las ventanas de cristales rotos se abren a habitaciones de techos desconchados por la humedad y muebles raídos. Son pueblos fantasmas durante el día, pero si tu coche se queda parado en mitad de uno de esos páramos después de haber anochecido, tu percepción de lo que es un pueblo fantasma puede cambiar.
Hay cosas que se esconden en la oscuridad y esperan la noche para arrastrarse y salir a la superficie. No son humanos… ya no.
Huelen a podrido y sus huesos se fracturan al caminar, pero no les duele, ya no están vivos. Sin embargo necesitan seguir alimentándose, y la sangre de los que aún respiran es lo que más ansían. Si detectan tu presencia, ya no podrás escapar.
No salgas del coche, no te muevas, no respires… Escóndete bajo los asientos e ignora los ruidos que oirás en el exterior. Quizás arañen el coche, quizás asomen sus cadavéricos rostros por la ventanilla… no te muevas. Espera al alba y reza para que no descubran que estás ahí.
Si una de esas criaturas llega a tu pueblo, corre. Si dudas, aunque solo sea un segundo, pasarás a formar parte del listado de las personas que se “mudan” a la ciudad.
Ya lo dijo Bam Stoker, “los muertos caminan deprisa.”

lunes, 6 de abril de 2015

14. Una princesa sin corona



                                    Listado de todos los capítulos aquí

No sabía la hora que era pero tenía mucho sueño. Amelia cocinaba unas verduras en el hornillo y a base de círculos con los dedos le daba más o menos potencia al fuego. Daniel y Dizzie estaban tumbados en el duro colchón que servía de cama.

- ¿Por qué la has llamado princesa antes? –le preguntó Dani en un susurro para que ella no les escuchara.

- ¿Cuándo?

- Pues antes, cuando discutíais. Le has dicho “¿me estáis amenazando, princesa?”

- Bueno, Dani, es que Amelia es en realidad la princesa de Bambala.

- ¿En serio?

Se incorporó de un salto en la cama olvidando la fatiga del sueño y la miró con detenimiento. Era tan delgada que parecía sumamente frágil, pero ese temperamento que le nacía de dentro y lo arrollaba todo indicaba mucha fortaleza interior.

- Su padre era el rey de Bambala antes de la llegada del Nigromante, pero cuando la noche eterna se cernió sobre esta tierra sus padres fueron asesinados. La hermana del rey, Camila, la rescató a tiempo y ambas huyeron al Exterior. Su hermano y heredero al trono, el príncipe Calas, no tuvo tanta suerte y acabó retenido por el Nigromante y encerrado en las catacumbas del Castillo Negro.

- ¿Cuántos años tenía ella cuando ocurrió todo?

- Tal vez diez o doce años.

- Pobre –dijo Dani.

- Así es. Ella fue obligada a abandonar todo cuando amaba y tú sin embargo has tomado esa decisión a la ligera. ¿No ves la ironía? ¿No ves lo poco que has valorado todo lo que tenías?

- No estamos hablando de mí, Dizzie, no intentes darle la vuelta a la tortilla. ¿Cuál es ese camino tortuoso que está a punto de iniciar? ¿Lo sabes?

- El Nigromante ha amenazado con matar al príncipe Calas ante el mínimo atisbo de rebelión en el pueblo. Así que todos esperan en una calma tensa que se produzca el milagro: que consiga escapar o que alguien tenga el coraje suficiente para entrar en el castillo y sacarlo de allí. Y así se consumen lentamente los días… y ya van quince años.

“Amelia ha vivido todo este tiempo en el Exterior, exiliada como yo, pero cuando su tía Camila enfermó de Alzheimer tuvo que volver a entrar en Lontananza para conseguir polvo de erizo y frenar su enfermedad. Al principio pensó que tendría que suplicar la clemencia de aquellos que una vez fueron sus amigos para no acabar en las catacumbas junto a su hermano, pero se llevó una sorpresa al comprobar que nadie la reconocía ya.

“Trabajó durante algunos meses para conseguir la medicina que su tía necesitaba pero no pudo soportar ver las condiciones en las que sobrevive su pueblo, así que se ha propuesto ser ella misma la que libere a su hermano del Castillo Negro e inicie la rebelión que expulse al Nigromante de esta tierra.

- Vaya –dijo Dani mirándola con veneración-. Qué valiente.

- No, Dani. No es valentía lo que definen sus actos sino una auténtica locura provocada por la desesperación.

- Iré con ella si me lo pide.

Dizzie se puso a dos patas para mirar frente a frente al chico.

- Escúchame Daniel Almádena –le dijo-, no estás viendo más que una falsa ilusión de Bambala creada por lo que tú deseas que sea, pero en realidad este lugar es el escenario de una espantosa pesadilla de miedo y opresión. Si sigues sus pasos caminarás hacia la muerte pues es allí donde se dirige.

- No me asustas si es eso lo que pretendes.

- Ella te utilizará. Se servirá de ti para encontrar el paso hacia el Castillo Negro y luego se desentenderá de ti porque no le importas nada. Eleanor sin embargo…

- No te atrevas a meter a Eleanor en esto –dijo apretando los dientes-. Lo único que a ti te importa es que si no regreso contigo ya no tendrás a nadie que escuche tus gastadas historias sobre días mejores y te observe con callada admiración mientras las cuentas.

Dizzie volvió a ponerse a cuatro patas. La luz de sus ojos verdes se había apagado.

- ¿Se puede saber qué cuchicheáis vosotros dos? –les dijo Amelia volcando las verduras en tres platos-. Venid a la mesa antes de que se enfríen.

Cenaron los tres en silencio. Dani se comió todas y cada una de las pobres y consumidas verduras que cayeron en su plato, pero más por educación que por gusto, porque eran insípidas y la mitad de ellas estaban chamuscadas.

- Tengo que ir al baño antes de dormir –dijo cuando terminó de cenar.

- Pues sal al patio –le respondió Amelia.

- ¿Al patio?

- Sí, eso he dicho. Siento mucho que este mundo no esté tan evolucionado como el tuyo, pero así es como hacemos esas cosas aquí.

Dani salió por la desvencijada puerta a un pequeño patio delantero delimitado por un muro de piedra. La oscuridad era casi absoluta a excepción de la tenue luz anaranjada que procedía de una ventana en el piso de arriba. El Maestro de Símbolos debía de seguir estudiando.

Cuando volvió a entrar tan solo una de las velas de candelabro seguía encendida. Dizzie se había acomodado en una de las sillas y Amelia estaba tumbada en un lado de la cama dejándole el otro libre.

Se acercó lo más sigiloso que pudo hasta el felino que dormitaba con la cabeza apoyada en las patas delanteras.

- Siento lo que te dije antes, Dizzie. Lo hice sin pensar.

El gato movió ligeramente la cola pero no abrió los ojos.

Comprendió que no obtendría más respuesta así que volvió hacia la cama y se echó junto a Amelia, arropándose con una manta gruesa de lana.

- ¿No podrías haber hecho magia y que apareciera otra cama? –le preguntó.

- La Magia de Bambala no funciona así, chico. No es como los magos que has visto en las películas.

- Me llamo Daniel –le dijo-. Si te acompaño a rescatar a tu hermano, ¿me lo explicarás?

- No lo sé… tengo mucho que pensar esta noche.

Se giró y le dio la espalda arrastrando la manta con ella y dejando a Dani con medio cuerpo fuera. Allí no estaba Eleanor para meter las sábanas por debajo del colchón... Se preguntó qué estaría haciendo su madre en ese momento.

[Próximo capítulo 13/04]

lunes, 30 de marzo de 2015

13. El Maestro de Símbolos


Los pasadizos formaban un intrincado laberinto de galerías, escaleras y puertas secretas apenas iluminadas por la escasa luz que se filtraba del exterior. Dani estuvo a punto de caerse un par de veces debido a la falta de luz y al suelo irregular.

Se colaron por una estrecha puerta escondida entre dos gruesas columnas de acero y accedieron al interior de una habitación cuadrada a través de un armario empotrado en la pared.

Dani no dejaba de asombrarse ante las maravillas que aquel nuevo mundo le ofrecía. Jamás abandonaría Bambala, haría lo que fuese necesario.

La habitación estaba iluminada por un gran candelabro de tres brazos que colgaba del techo en el centro de la estancia. Además del armario por el que habían entrado, una cama, una mesa con cuatro sillas y un hornillo componían el resto del mobiliario. La única comunicación con el exterior era una desvencijada puerta de madera que amenazaba con venirse abajo, ni una sola ventana en ninguna de las cuatro paredes.

Una empinada rampa en un rincón conducía al piso de arriba.

- Es todo muy… austero –dijo Dizzie.

- El Maestro ha consagrado su vida al estudio de las Marcas –dijo Amelia-. No necesita nada más.

- ¿Y los libros? –preguntó Dani.

- El estudio está arriba, pero nosotros le esperaremos aquí abajo.

- Siento que te estén persiguiendo por nuestra culpa –le dijo Dani.

Ella no respondió. Se agachó junto a la mesa y sacó de debajo una canasta con unas cuantas hogazas de pan. Cogió una y se la lanzó al chico que comenzó a devorarla al instante.

- ¿Quieres una, Adrazel? –le preguntó.

- No, gracias. Para mí con el caldo ha sido suficiente.

Dani y Dizzie se sentaron dos sillas alrededor de la mesa mientras Amelia subía al piso de arriba. Regresó a los pocos minutos con un papel amarillento, una pluma y un bote de tinta entre las manos, y los colocó delante de Dani.

- ¿Podrías dibujar la Marca que viste sobre la Luna? –le preguntó.

- Claro, si me enseñas a usar eso antes –dijo señalando la pluma.

Amelia destapó con cuidado el corcho que mantenía cerrado el bote de tinta e introdujo la punta de la pluma en él. Una vez se hubo empapado bien, se la tendió al chico.

- ¿Ves? –le dijo-. No tiene mucha complicación.

Dani la agarró con torpeza y comenzó a trazar líneas en la hoja según recordaba el símbolo dorado que había visto en la Luna. Amelia y Dizzie le observaban sin pestañear, con los cuerpos rígidos y sin apenas moverse.

Cuando terminó, empujó el pergamino amarillo al centro de la mesa para que ambos pudieran verlo. Dizzie miró a Amelia.

- ¿Y bien?

- Y bien qué –le dijo ella-. Yo no soy Maestra de Símbolos, no tengo ni idea de cómo se pronuncia eso.

- Pues si no recuerdo mal, estudiaste las Marcas con el Maestro casi desde tu nacimiento, algo podrías haber aprendido.

- ¿Qué estás insinuando, Adrazel?

Amelia levantó la mano con los dedos índice y corazón erguidos delante de los bigotes del felino.

- ¿Me estáis amenazando, princesa? –le preguntó Dizzie con los ojos amarillos.

En ese momento la puerta de la casa se abrió con un quejido lastimoso y una silueta se perfiló en el umbral.

- No toleraré amenazas en esta casa –dijo.

Amelia bajó enseguida la mano y la escondió detrás de su espalda.

- Buenas noches, Maestro –dijo inclinando ligeramente la cabeza-. Disculpad esta intromisión en vuestra casa.

- No es la intromisión lo que me molesta, sino las voces que vengo escuchando desde que doblé la esquina. ¿Se puede saber qué está pasando aquí?

El Maestro de Símbolos avanzó despacio por la habitación hacia la mesa. Un pequeño bastón aseguraba sus torpes pasos y Dani no pudo evitar mirarlo fijamente con la boca abierta. Le parecía un milagro estar presenciando el lento caminar a dos patas de una tortuga dirigiéndose hacia ellos.

- Venga, siéntese a la mesa –le dijo Amelia-. Hay algo que quiero enseñarle.

Cuando el Maestro entró en el círculo de luz del candelabro, Dani pudo observar los centenares de anillos que poblaban su enorme caparazón. Era la tortuga con más años que había visto en su vida.

- Pero, ¿dónde quedó tu educación, querida Amelia? ¿No me presentas a mis invitados?

- Sí, perdón Maestro.

La tortuga se sentó a la mesa frente al chico y el felino. Sus pequeños ojos negros y su sonrisa benévola tranquilizaron a Dani.

- Él es Maese Adrazel, gobernador de Calendra hasta la llegada del Nigromante.

- Te conozco Maese Adrazel –le dijo con un hablar lento, arrastrando las palabras-. Hace mucho que no pisas estas tierras.

- Me expulsaron, Maestro –dijo Dizzie-. Fui condenado al Exilio acusado de colaborar con rebeldes.

- Comprendo. ¿Y él?

- Él es un habitante del Exterior –dijo Amelia-. Su nombre es Daniel.

La tortuga permaneció un buen rato observando al chico. Sus diminutos ojos lo recorrieron de hito en hito y Dani terminó por revolverse incómodo en su silla.

- Hueles igual que mi querida Amelia cuando regresa del Exterior –dijo sin perder la sonrisa-. Ese mar vuestro deber ser magnánimo para impregnar todo de ese olor tan especial.

Dani no supo qué decir. Se sentía intimidado por la anciana tortuga y su forma de mirarle.

- Tomad, Maestro –dijo Amelia acercándole el papel amarillo-. ¿Qué nos podéis decir de esta Marca?

- Que es la Marca del Nigromante –dijo sin apenas mirarla.

- ¿Cómo? ¿Ya la conocíais?

- Llevo un tiempo viéndola sobre la Luna.

- ¿Y por qué no me habíais dicho nada, Maestro?

- De qué sirve que vea la Marca, querida Amelia, si no puedo pronunciarla. He estado sondeando sus trazos, intentando desentrañar los misterios que encierran sus líneas, consultando libros antiguos de bibliotecas prohibidas, pero su pronunciación se esconde tras un muro infranqueable.

Agarró el papel con el dibujo de la Marca y lo arrugó con sus patas nudosas.

- No quiero esto en mi casa –dijo-. Ahora decidme quién de vosotros es el que ha visto la Marca. Ha sido el forastero, ¿verdad?

Dani se sonrojó y asintió.

- Hemos venido a consultarle, Maestro –dijo Dizzie-. Tal vez usted sepa cómo es posible que un forastero, cuyo conocimiento acerca de la Magia de Lontananza es nulo, pueda ver las Marcas de Hechizo.

- Es una cuestión interesante, sin duda –dijo el Maestro de Símbolos bajando de la silla y comenzando a pasear por toda la habitación.

El golpe de su bastón sobre el suelo de piedra producía un sonido hueco que retumbaba en la estancia semivacía.

- Conoces la profecía, ¿no es cierto, Amelia? –le dijo.

- Por supuesto, pero la profecía habla de un noble caballero ataviado con una esmaltada armadura y portador del baluarte de la luz. No creo que pueda aplicarse en este caso.

- No… ciertamente no.

La tortuga se detuvo y volvió a observar a Dani, esta vez directamente a los ojos.

- Hay muchos fallos en él que deberían ser extirpados primero.

Regresó a su silla y le pidió a Amelia que tomara asiento en la que quedaba libre.

- Aún y con todo, querida Amelia, no podemos dejar pasar la oportunidad que nos brinda el destino. Yo jamás hubiera podido acompañarte, estas débiles patas son más un castigo que una ayuda, pero este chico puede serte de gran ayuda en el tortuoso camino que te has propuesto recorrer.

- No sé si os sigo, Maestro. ¿A qué os referís exactamente?

- ¿Recuerdas que te hablé del nacimiento del poder oscuro? ¿De cómo tomó el cuerpo del Nigromante?

Amelia asintió.

- ¿Recuerdas que te hablé de un hombre que sin querer lo presenció todo? Ahora vive oculto en el bosque temiendo que el Nigromante lo descubra y quiera acabar con su vida pues ese hombre escuchó pronunciar la Marca de la misma boca del Señor Oscuro. Id a verlo, que os revele su pronunciación. Con eso y junto con el chico podrás abrirte camino a través de los mil hechizos que ocultan el paso al Castillo Negro.

Amelia y Dizzie saltaron a la vez de sus asientos. Ambos querían protestar y sus voces formaron un barullo incomprensible.

- Es suficiente por hoy, estoy cansado –dijo alzando una pata y haciéndoles callar-. Podéis dormir los tres aquí abajo si gustáis, mañana continuaremos la charla. Piensa en lo que te he dicho, querida niña.


Y con su lento y torpe caminar subió la rampa que conducía al estudio y desapareció de su vista.

[Siguiente capítulo aquí]

lunes, 23 de marzo de 2015

12. Historias de Magia

                                                    
                                    Listado de todos los capítulos aquí

Se sentaron en el suelo alrededor de una pequeña mesa de café. La alfombra sobre la que descansaban estaba hecha de plumas níveas y desprendía un calor reconfortante. Dani había dejado su mochila en un rincón y Amelia estaba arropada con una gruesa manta de lana. Bebía a pequeños sorbos una infusión que ella misma se había preparado.

Un mar de estanterías rebosantes de libros los rodeaba por todas partes.

- Queremos ver al Maestro de Símbolos –dijo Dizzie-. Quizá él nos pueda explicar por qué Dani puede ver las Marcas.

- El Maestro se encuentra ahora dando clase en la Universidad –respondió Amelia-, no regresará a su casa hasta las pasadas las cinco.

Dani miró el reloj de pared apostado en un hueco entre las estanterías. Mecía su péndulo justo enfrente de él y marcaba las tres de la tarde.

- Le esperaremos –dijo Dizzie-. Mientras tanto agradeceríamos un poco de hospitalidad. No hemos comido nada desde hace horas y estamos hambrientos.

Amelia soltó un bufido pero acabó levantándose y dirigiéndose a la cocina. Dani se volvió hacia el felino.

- Dizzie –dijo-, ¿de verdad me enviaste ante Maese Dárail sabiendo que estaba de parte del Nigromante?

El gato no contestó enseguida. Sus ojos fueron cambiando del verde al amarillo en un remolino ambicolor.

- No fue exactamente así –dijo-. En el Exterior me habían llegado rumores de que había cambiado de bando, de que actuaba bajo las órdenes del poder Oscuro, pero no podía creerlo, no de él que había sido como un hermano para mí. Tenía que verlo con mis propios ojos.

- Y por eso me enviaste a mí.

- Sí –dijo-, pero sabía que no se atrevería a tocar a un forastero. Era la única manera de obtener información.

- Y la he obtenido –le dijo Dani-, pero no de él sino de Barat. Quizá hubiera sido más sencillo preguntarle a él desde el principio.

- Todavía no sé de quién puedo fiarme, Daniel. Esta tierra ya no es el lugar afable en el que goberné una vez.

- Entonces es cierto, fuiste el Gobernador de Calendra.

- Durante cinco años –dijo Dizzie-, justo antes de la llegada del Nigromante y de mi acusación de traición. Pero dime, ¿qué es lo que te contó Barat?

Amelia regresó de la cocina llevando una bandeja sobre la que humeaban dos tazones de sopa. Un agradable olor a hierbabuena ascendió hasta la nariz de Dani cuando depositó los tazones sobre la mesa.

- Yo de vosotros esperaría un rato antes de probarlo si no queréis acabar con la lengua en llamas.

Dani detuvo el gesto de agarrar el tazón y aguardó.

- Podéis seguir con vuestra conversación –dijo Amelia-. Como si yo no estuviera.

Dizzie ignoró el comentario mordaz de la chica y se volvió hacia Dani.

- Estabas a punto de contarme lo que te dijo Barat.

- Barat es el oso tabernero de la posada El Sueño del Emperador –le explicó a Amelia.

- Sé quién es Barat –le dijo.

- Está bien, pues él me pidió que te contara, Dizzie, que ya no eres bien recibido en Calendra y que Maese Dárail vendió su lealtad al Nigromante a cambio de una cura para su esposa.

- ¿Lady Miriam está enferma? –preguntó el felino.

- Maese Dárail dijo algo así como que te marchaste cuando él más te necesitaba y que por tu culpa estuvo a punto de perderla.

- Si me dejáis, os puedo contar la historia –dijo Amelia.

- Por favor –pidió Dizzie.

- Poco después de tu exilio, lady Miriam fue víctima de una extraña enfermedad que la degeneraba día tras día. Los doctores le dijeron que su sangre había dejado de alimentar al resto del cuerpo y que la ciencia no podía ayudarla. Sus órganos se debilitaban poco a poco y era cuestión de tiempo que comenzaran a fallar.

“Cuentan los más allegados que Maese Dárail se consumía con ella. No dormía, no comía… buscaba sin cesar una cura que devolviera la vitalidad a su mujer.

- Ella era toda su vida –dijo Dizzie.

- Así es. Por eso cuando el Nigromante le ofreció utilizar su Magia para curarla a cambio de su lealtad, Maese Dárail no lo dudó un segundo. ¿Qué importancia tenía para él a quién jurara lealtad comparado con la salud de su esposa?

“Sin embargo no todo salió como esperaba. La Magia negra se llama así por algo.

“Lady Miriam recuperó la vitalidad sí, pero a qué precio… la magia del Nigromante la dejó convertida en una silvina.

- ¿Una qué? –preguntó Daniel.

- En el Exterior los denomináis vampiros –contestó Dizzie.

- Exacto –dijo Amelia-. Nada de ajos, nada de luz solar, nada de símbolos religiosos y se alimenta de sangre. La mantiene recluida en una celda para evitar que dañe a otras personas. Lo más triste de toda esta historia es que ella no le reconoce, la sed de sangre tiene obnubilado su cerebro y no se comporta como un ser racional.

“Dicen sus carceleros que, en ocasiones, cuando acaba de comer muestra unos leves signos de humanidad y recuerda quien una vez fue. Por eso es el mismo Maese Dárail el que la alimenta día tras día con su propia sangre… y eso lo está consumiendo a él también.

- No tenía ni idea de todo esto –dijo Dizzie.

- Pocas personas lo saben y lo juzgan con acritud por su cambio de bando. Podéis tomaros ya el caldo, se os va a quedar frío.

Comenzaron a beber de los tazones. El chico se lo llevó a la boca con las manos y Dizzie metió la cabeza en él para tomárselo con la lengua. Era muy sabroso y el toque de la hierbabuena le aportaba frescura.

Dani estaba dando los últimos tragos cuando llamaron con fuerza a la puerta. Los tres giraron la cabeza a la vez hacia ella.

- ¿Esperas a alguien? –preguntó Dizzie.

- No –respondió.

Tenía los tendones del cuello marcados y la respiración contenida.

La segunda vez golpearon la puerta con más fuerza aún.

Amelia se levantó.

- No abras –le pidió Dani. Tenía un mal presentimiento.

Amelia hizo un gesto con los dedos índice y corazón, dibujando un círculo en el aire, y la alfombra sobre la aún que reposaban el chico y el gato comenzó a engullirlos, incluyendo la mesa y los tazones. Pronto quedaron completamente ocultos bajo capas de plumas blancas.

- No os mováis –les dijo Amelia.

Oyeron sus pasos ligeros dirigirse hasta la puerta y abrirla cuidadosamente.

- Buenas noches, Maese Dárail –la oyeron decir.

Daniel se estremeció entre el mar de plumas y Dizzie le hizo un gesto para que se estuviera quieto.

- Buenas noches, señorita –dijo Maese Dárail con su voz lánguida-. Me alegro de que me haya reconocido, ¿me podría decir su nombre para estar en igualdad de condiciones?

- Me llamo Amelia.

- Señorita Amelia estamos buscando a un par de fugitivos peligrosos. Se los acusa de desacato a la autoridad y de colaborar con grupos rebeldes. Se trata de un gato negro y un forastero, ¿no los habréis visto por aquí?

- La verdad es que no, señor. No he salido de casa en todo el día.

Daniel admiró la templanza de su voz. Esperaba que fuera capaz de mantener la mirada plateada y gélida del hombre.

- Es curioso porque mis sabuesos han perdido su rastro justo junto a la fachada lateral de vuestra casa. ¿Me permitiríais echar un vistazo?

- Claro, pasad.

Daniel escuchó los pasos cortos y lentos del hombre acercándose. Su sombra se precipitó sobre ellos, si daba un paso más caería al interior de la alfombra con ellos.

- Como podéis ver, aquí no hay nadie más.

Dani vio a través de las plumas la silueta de Maese Dárail sobre ellos, sus ojos resplandecientes analizaban cada centímetro de la habitación.

- Tengo un poquito de prisa, señor… -dijo Amelia.

Dárail detuvo su mirada en un punto de la estancia y sonrió. Desde donde estaba Dani no podía ver qué era lo que estaba mirando.

- Tenéis un gusto extraño en cuestión de accesorios, señorita Amelia –dijo-. ¿Me pregunto para qué usáis esa mochila escolar?

- ¡Oh, mierda! –dijeron Amelia y Dani a la vez.

Una voraz corriente de aire recorrió la habitación como un huracán, derribando libros de las estanterías y levantando una cortina de plumas. Escucharon el gemido de Maese Dárail seguido de un fuerte portazo y toda la tempestad cesó.

- Rápido, salid de ahí –les dijo Amelia-. No sé por cuanto tiempo podrá detenerles esa puerta.

Dani y Dizzie salieron del agujero que se había vaciado de plumas.

- ¿Qué ha pasado? –preguntó el chico.

- Le he empujado fuera, pero no sé por cuánto tiempo.

Estaban golpeando con furia la puerta de la casa y se escuchaban los ladridos de toda una jauría rabiosa.

- Coge tu maldita mochila y bajemos a los pasadizos –les dijo Amelia sacando su abrigo amarillo de un armario.

La siguieron a través de la cocina y entraron en una pequeña despensa que olía a ajo y a hortalizas recién recogidas. Entre los tres levantaron una pesada trampilla de madera que conducía al subsuelo por unas empinadas escaleras.

Una vez hubieron bajado los tres, Amelia dejó caer la trampilla y trazó un círculo a su alrededor de nuevo con el dedo índice y el corazón.

- ¿Qué has hecho? –le preguntó Dani mientras ella lo empujaba escaleras abajo.

- He ocultado la puerta de miradas indiscretas –dijo.

- ¿Es que Maese Dárail no conoce los pasadizos?

- Sí sabe de su existencia, pero no cómo llegar hasta ellos.

Dentro estaba oscuro y olía a humedad. Amelia iba en primer lugar y no dejaba de farfullar.

- Es re-fantástico, ahora me acusarán de colaborar con proscritos… pondrán mi cara en todas las esquinas y precio a mi cabeza… acabarán reconociéndome y se montará una buena fiesta… sí, señor, por si tenía poco…

- ¿Dónde vamos? –preguntó Dani al cabo de un rato.

- A casa del Maestro de Símbolos –le contestó-. A ver si consigo librarme de vosotros de una vez.

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