lunes, 6 de abril de 2015

14. Una princesa sin corona



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No sabía la hora que era pero tenía mucho sueño. Amelia cocinaba unas verduras en el hornillo y a base de círculos con los dedos le daba más o menos potencia al fuego. Daniel y Dizzie estaban tumbados en el duro colchón que servía de cama.

- ¿Por qué la has llamado princesa antes? –le preguntó Dani en un susurro para que ella no les escuchara.

- ¿Cuándo?

- Pues antes, cuando discutíais. Le has dicho “¿me estáis amenazando, princesa?”

- Bueno, Dani, es que Amelia es en realidad la princesa de Bambala.

- ¿En serio?

Se incorporó de un salto en la cama olvidando la fatiga del sueño y la miró con detenimiento. Era tan delgada que parecía sumamente frágil, pero ese temperamento que le nacía de dentro y lo arrollaba todo indicaba mucha fortaleza interior.

- Su padre era el rey de Bambala antes de la llegada del Nigromante, pero cuando la noche eterna se cernió sobre esta tierra sus padres fueron asesinados. La hermana del rey, Camila, la rescató a tiempo y ambas huyeron al Exterior. Su hermano y heredero al trono, el príncipe Calas, no tuvo tanta suerte y acabó retenido por el Nigromante y encerrado en las catacumbas del Castillo Negro.

- ¿Cuántos años tenía ella cuando ocurrió todo?

- Tal vez diez o doce años.

- Pobre –dijo Dani.

- Así es. Ella fue obligada a abandonar todo cuando amaba y tú sin embargo has tomado esa decisión a la ligera. ¿No ves la ironía? ¿No ves lo poco que has valorado todo lo que tenías?

- No estamos hablando de mí, Dizzie, no intentes darle la vuelta a la tortilla. ¿Cuál es ese camino tortuoso que está a punto de iniciar? ¿Lo sabes?

- El Nigromante ha amenazado con matar al príncipe Calas ante el mínimo atisbo de rebelión en el pueblo. Así que todos esperan en una calma tensa que se produzca el milagro: que consiga escapar o que alguien tenga el coraje suficiente para entrar en el castillo y sacarlo de allí. Y así se consumen lentamente los días… y ya van quince años.

“Amelia ha vivido todo este tiempo en el Exterior, exiliada como yo, pero cuando su tía Camila enfermó de Alzheimer tuvo que volver a entrar en Lontananza para conseguir polvo de erizo y frenar su enfermedad. Al principio pensó que tendría que suplicar la clemencia de aquellos que una vez fueron sus amigos para no acabar en las catacumbas junto a su hermano, pero se llevó una sorpresa al comprobar que nadie la reconocía ya.

“Trabajó durante algunos meses para conseguir la medicina que su tía necesitaba pero no pudo soportar ver las condiciones en las que sobrevive su pueblo, así que se ha propuesto ser ella misma la que libere a su hermano del Castillo Negro e inicie la rebelión que expulse al Nigromante de esta tierra.

- Vaya –dijo Dani mirándola con veneración-. Qué valiente.

- No, Dani. No es valentía lo que definen sus actos sino una auténtica locura provocada por la desesperación.

- Iré con ella si me lo pide.

Dizzie se puso a dos patas para mirar frente a frente al chico.

- Escúchame Daniel Almádena –le dijo-, no estás viendo más que una falsa ilusión de Bambala creada por lo que tú deseas que sea, pero en realidad este lugar es el escenario de una espantosa pesadilla de miedo y opresión. Si sigues sus pasos caminarás hacia la muerte pues es allí donde se dirige.

- No me asustas si es eso lo que pretendes.

- Ella te utilizará. Se servirá de ti para encontrar el paso hacia el Castillo Negro y luego se desentenderá de ti porque no le importas nada. Eleanor sin embargo…

- No te atrevas a meter a Eleanor en esto –dijo apretando los dientes-. Lo único que a ti te importa es que si no regreso contigo ya no tendrás a nadie que escuche tus gastadas historias sobre días mejores y te observe con callada admiración mientras las cuentas.

Dizzie volvió a ponerse a cuatro patas. La luz de sus ojos verdes se había apagado.

- ¿Se puede saber qué cuchicheáis vosotros dos? –les dijo Amelia volcando las verduras en tres platos-. Venid a la mesa antes de que se enfríen.

Cenaron los tres en silencio. Dani se comió todas y cada una de las pobres y consumidas verduras que cayeron en su plato, pero más por educación que por gusto, porque eran insípidas y la mitad de ellas estaban chamuscadas.

- Tengo que ir al baño antes de dormir –dijo cuando terminó de cenar.

- Pues sal al patio –le respondió Amelia.

- ¿Al patio?

- Sí, eso he dicho. Siento mucho que este mundo no esté tan evolucionado como el tuyo, pero así es como hacemos esas cosas aquí.

Dani salió por la desvencijada puerta a un pequeño patio delantero delimitado por un muro de piedra. La oscuridad era casi absoluta a excepción de la tenue luz anaranjada que procedía de una ventana en el piso de arriba. El Maestro de Símbolos debía de seguir estudiando.

Cuando volvió a entrar tan solo una de las velas de candelabro seguía encendida. Dizzie se había acomodado en una de las sillas y Amelia estaba tumbada en un lado de la cama dejándole el otro libre.

Se acercó lo más sigiloso que pudo hasta el felino que dormitaba con la cabeza apoyada en las patas delanteras.

- Siento lo que te dije antes, Dizzie. Lo hice sin pensar.

El gato movió ligeramente la cola pero no abrió los ojos.

Comprendió que no obtendría más respuesta así que volvió hacia la cama y se echó junto a Amelia, arropándose con una manta gruesa de lana.

- ¿No podrías haber hecho magia y que apareciera otra cama? –le preguntó.

- La Magia de Bambala no funciona así, chico. No es como los magos que has visto en las películas.

- Me llamo Daniel –le dijo-. Si te acompaño a rescatar a tu hermano, ¿me lo explicarás?

- No lo sé… tengo mucho que pensar esta noche.

Se giró y le dio la espalda arrastrando la manta con ella y dejando a Dani con medio cuerpo fuera. Allí no estaba Eleanor para meter las sábanas por debajo del colchón... Se preguntó qué estaría haciendo su madre en ese momento.

[Próximo capítulo 13/04]